¡Ay carnaval!

13.07.2020

He oído a algunos paisanos decir que menos mal que la pandemia se desencadenó en nuestro país después de que culminaran los carnavales.

Soy de los que celebran la fiesta del carnaval, pero no de una manera exacerbada, sin embargo, desde hace un tiempo atrás me he vuelto crítico de algunos de sus aspectos negativos, los cuales considero deberían ser replanteados.

Voy a avocarme en este escrito a una costumbre suscitada el sábado de la entrada del Ño Carnavalon, fecha en la que los participantes, pintados de cuerpo entero, realizan un pasacalle por algunas calles de la ciudad, pintándose no solo entre ellos mismos sino también al ciudadano que no juega o al turista que pasea, y además de ello, las fachadas de casas, parques, veredas, pistas y construcciones en general se convierten en blanco perfecto para ser embadurnadas.

Es una costumbre muy arraigada en suelo cajamarquino el juego con pinturas el día central de la fiesta carnestolenda, no obstante, considero que el Patronato del Carnaval debería reorientar su desarrollo en un espacio más acorde con su naturaleza, que podría ser un lugar descampado donde los participantes puedan dar rienda suelta a sus instintos lúdicos sin ocasionar daños a la propiedad pública y privada.

Entiendo que muchos podrán no estar de acuerdo con mi posición, puesto que desde antaño el juego viene desarrollándose por las calles, pero es inevitable no sentir molestia al ver estropeadas nuestras fachadas, algunas incluso recientemente pintadas y decoradas.

Recuerdo incluso que hace unos años atrás, algunos carnavaleros inescrupulosos habían pintarrajeado las fachadas de la Iglesias Belén y La Recoleta, la pileta de la Plaza de Armas, entre otras construcciones históricas, dañándolos dráscticamente; lastimosamente estas personas no pudieron ser identificadas a efectos de ser procesadas. 

Indudablemente que a una ciudad histórica como Cajamarca no le hace nada bien mostrar sus fachadas grotescamente salpicadas. La identidad del cajamarquino también se refleja en la belleza de sus calles y construcciones. Cuidemos más de nuestro patrimonio y vivamos a plenitud nuestro carnaval, pero respetando los límites impuestos por nuestras leyes y por las buenas costumbres. 

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