Anécdota con un buen profesor

13.02.2018

Desde pequeño siempre he sentido una afición innata por el coleccionismo, pues en esa etapa de mi vida solía coleccionar álbumes de cromos y cards.

A la hora de salida de la escuela donde estudié la primaria, I.E. San Marcelino Champagnat, algunos vendedores ambulantes solían colocarse en las inmediaciones para vender álbumes, cromos, recortes y cards, principalmente, de los animes de moda, como: Caballeros del Zodiaco, Dragon Ball Z, Sailor Moon, Ranma ½, etc. Por mi parte, solía coleccionar los álbumes de Dragon Ball Z, pues fue y sigue siendo el dibujo animado que más disfruto.

Recuerdo que un día de clase, cuando cursábamos el tercer grado de primaria y nos enseñaba el profesor Julio Sánchez Basauri, me encontraba con algunos compañeros comentando e intercambiando cromos de uno de esos álbumes, cuando fuimos observados por el profesor, quien nos las quitó por no prestar atención a la clase. La tristeza se apoderó de quienes sufrimos tal desventura; sin embargo, no fue sino hasta la hora de salida que nuestro exigente y buen profesor nos devolvió las figuras, instándonos a dar a cada cosa su tiempo y su lugar. "Lo más importante aquí en el aula es el estudio" nos dijo, "para el resto de las cosas, tienen su horario de recreo".

(...)

Tres años de docencia nos dedicó el profesor Julio, de quien recibimos una buena formación moral y académica. Cuando había mucho relajo y poca dedicación por parte de los alumnos, nuestro querido profesor tenía lista una palmeta para ser asestada a la mano de algunos infortunados. En ese tiempo nadie se alarmaba por la propinación de ese tipo de sanciones, muchos de los cuales, en mi opinión, no eran desproporcionados; incluso, en muchos casos, eran los mismos padres quienes concedían permiso y recomendaban a los docentes efectuar ese tipo de escarmientos a sus hijos cuando se portaban malcriados o flojos.

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