A mi flor de tulipán
De la nada tuve la imperante necesidad de escribirte
y escribir de ti,
sobre el avasallamiento de tu existencia sobre mi vida;
desde que entraste en ella
tengo más paz y tranquilidad.
Tu belleza y sensatez conjugan tan espléndidamente
que hasta producen admiración.
Constantemente me siento tentado
a expresarte mis sentimientos más nobles;
estos no hacen más que reafirmar
el inmenso amor que albergo por ti.
La primera vez que te vi,
allá en la tierra de Intelectuales
sentí una dosis de ternura
que emanaba de tu presencia.
No me equivoqué en ello,
pues al complementar ya nuestras vidas,
he descubierto candor en tu alma
y pureza en tu espíritu.
Amé descubrir tu pasión por los tulipanes,
por aquellos de color violeta;
al igual que estas flores,
encarnas elegancia, delicadeza
y sencillez.
La brillantez de tus ojos,
La cálida expresión en tu rostro cuando los aprecias
reconfortan mi existencia.
Desde tu llegada a esta tropezada vida mía
has creado un mundo alterno
pero a la vez tan real,
cargado de incesantes sensaciones reconfortantes;
paz,
tranquilidad,
quietud,
confianza,
confidencia,
amor.
Ha renacido el romanticismo en mí,
antes sepultado, herido, aletargado, anonadado,
ahora embelesado, exacerbado y motivado,
pues ha conocido un mundo más puro,
más sencillo,
más humano,
nada pérfido,
un lugar encantado,
gobernado por una hermosa lajeña de piel tersa;
y en este genuino reino
es que en verdad vivo,
realmente vivo.