La tacona
El campanario de la iglesia dio las tres horas de la mañana. Era una fría madrugada como muchas a las que tiene acostumbrados a sus moradores la tierra de Contumazá.
La reunión de amigos en la que estaba Felipe Cori había culminado; uno a uno fueron retirándose los invitados de la casa de Elías Tiznado, a quien festejaban por el ascenso alcanzado. Felipe fue el último en retirarse y ya la tomadura comprometía su equilibrio y percepción.
Su casa quedaba a unas cuadras de la plaza principal de la ciudad, así que pronto estaría retumbándose en su lecho. Bajaba solo y unas manzanas antes de llegar a su casa, oyó unos pasos de alguien que parecía llevaba tacones, sentía que se aproximaba a él; dio la vuelta, pero no distinguió a nadie.
-Uhm-, exclamó; prosiguió su camino, pero al instante volvió a oír los mismos pasos, esta vez más apresurados y cercanos. Sintió un aire fantasmal en ese momento, volteó nuevamente y el panorama fue el mismo, solo estaba él. Se detuvo en seco y miró fijamente la zona de donde provenía el sonido, su percepción no era cabal, sin embargo, juraba que los pasos sonaron tan reales y asumió que ello no era fruto de un delirio ni producto de la borrachera.
Retomó el rumbo, esta vez más apresurado y con el cuerpo y alma tiritando, pero ni bien alcanzó a dar unos cuantos pasos, oyó otra vez el sonido de esos tacos perturbadores y quedó paralizado al ver que una mujer entrelazó su brazo. Una gélida sensación se apoderó de su cuerpo. Lo último que distinguió fue el vestido negro que llevaba aquella mujer, su melancólico rostro y su tan intimidante mirada.
Desde entonces nada se supo de Felipe Cori, se especulaba que habría dejado la ciudad por alguna mejor oferta laboral.
(...)
Algunos lugareños coindicen en haber escuchado en más de una ocasión aquellos sonidos de tacones cuando caminan por el centro de la ciudad en horas de la madrugada. Dicen que es el alma de una mujer despechada, quien se suicidó hace muchos años por una desilusión amorosa y que de vez en cuando deambula por las calles en busca de algún hombre, a quien toma del brazo y desvanece eternamente de la faz de la tierra. A esa mujer la llaman la tacona.