Una forma de combatir la corrupción
Hace unos meses sentí una profunda decepción al leer una nota periodística en el diario Gestión que colocaba a Cajamarca como el departamento que registra más investigaciones por delitos relacionados a la corrupción.
Sabemos que el flagelo de la corrupción está implantado en la idiosincrasia de muchos funcionarios y servidores públicos de nuestro país. La prensa nacional y local nos lo recuerdan diariamente, pues remarcan y retransmiten con exageración aquellos casos de corrupción que involucran a jueces, fiscales, policías y a servidores públicos y funcionarios en general.
Gran parte de la ciudadanía tiene enquistada la idea de que la gran mayoría de funcionarios y servidores públicos son corruptos o que en algún momento de su vida lo serán. La gente no escatima esfuerzos en despotricar contra todo un sistema o una institución cuando uno de sus elementos yerra o comete algún acto de corrupción; pero, ¿qué hay de aquellos otros servidores y funcionarios probos y honestos, quienes no incurren en prácticas corruptas y que, por el contrario, fortalecen la ética y prestigio de su institución con buenas actitudes, costumbres, gestiones y plausible labor? De esto, la prensa no dice nada, enmudece, y el hecho que sea así, torna más difícil que la gente recupere la confianza y credulidad en la administración púbica; sin embargo, creo fehacientemente que de alguna forma podemos cambiar dicha percepción.
Como lo ha adelantado el economista Robert Klitgaard, una de las formas de combatir la corrupción en los países es fomentar la difusión de casos exitosos en la gestión pública, o para ser más específico, la difusión de las buenas prácticas de la administración pública en los diversos medios de comunicación. Me pregunto, ¿en nuestro país, fomentamos, promovemos o damos a conocer este tipo de prácticas? Quizás sí, pero ínfimamente. Lo cierto es que los medios de comunicación coadyuvan en nada con dicho cometido, pues su trabajo se orienta, casi siempre, en difundir sólo las malas prácticas.
El denominado "cuarto poder" tiene que hacer un mea culpa al respecto, pues estoy convencido que dando a conocer las buenas prácticas se deja un claro mensaje a la población: "El sistema no está íntegramente podrido y sí existen colaboradores probos y honestos dispuestos a trabajar correctamente en pro de la sociedad y el desarrollo del país".
Pero dicha tarea no solo corresponde a la prensa, sino también a los ciudadanos. A aquel que lo atendieron con prontitud, cordialidad y eficiencia; a quien fue realmente escuchado y entendido; a quien recibió una decisión ajustada a Derecho, etc.
Si como ciudadanos somos testigos de una buena praxis en la administración pública, tratemos de difundirlo; utilicemos las redes sociales para ello, aprovechando su vasto alcance, pues es importante que más gente conozca sobre dichas prácticas, y así aumentará la confianza en el sistema, en sus servidores, en sus funcionarios. Esta premisa va a coadyuvar, de alguna forma, a disminuir los índices de corrupción, pues mientras más usuarios, administrados, terceros o extraneus -como se les conoce en el Derecho- sepan e interioricen que no todos los servidores y funcionarios son corruptos, habrá menos participación de su parte en el círculo vicioso llamado corrupción.