Una forma de combatir la corrupción

13.08.2021

Hace algún tiempo sentí una profunda decepción al leer una nota periodística en el diario Gestión que colocaba a Cajamarca como uno de los departamentos que registran más investigaciones fiscales por delitos relacionados a la corrupción de funcionarios.

Sabemos que el flagelo de la corrupción está implantado en la idiosincrasia de ciertos funcionarios y servidores públicos de nuestro país. La prensa nacional y local nos lo recuerdan diariamente, pues se especializan en difundir noticias que recogen ciertas acciones despreciables como incurrir en coimas, sobornos, tráfico de influencias, colusiones, entre otros.

Gran parte de la población tiene enquistada la idea que la gran mayoría de funcionarios y servidores públicos en nuestro país son corruptos o que en algún momento de su vida lo serán. La gente no escatima esfuerzos en despotricar contra todo un sistema o una institución cuando uno de sus elementos yerra o comete algún acto de corrupción. He leído un sin número de comentarios en redes sociales que tratan de deslegitimar a una institución cuando se ha descubierto un acto de dicha naturaleza. Pero ¿qué hay de aquellos otros servidores y funcionarios probos y honestos, quienes no incurren en prácticas corruptas y que, por el contrario, fortalecen la ética y prestigio de su institución con buenas actitudes, costumbres, gestiones y plausible labor? De esto, la prensa dice muy poco, a veces enmudece porque este tipo de noticias no "vende".

Robert Klitgaard, reconocido economista estadounidense, señala que la difusión de casos exitosos en la gestión pública genera confianza en las autoridades. Creo que la divulgación constante de buenas prácticas nos haría pensar que realmente hay motivos para confiar. Así es como podremos comenzar a romper el círculo vicioso de la corrupción e incredulidad.

Partiendo de dicha premisa, me pregunto, ¿en nuestro país, fomentamos, promovemos o damos a conocer los casos exitosos o las buenas prácticas en la gestión pública? Quizás sí, pero de forma ínfima. Lo cierto es que gran parte de los medios de comunicación coadyuvan en nada con dicho cometido, pues su trabajo se orienta, preponderantemente, en difundir las malas prácticas que no hacen más que alimentar el morbo en la población. La televisión es un ejemplo clarísimo de ello. Este medio de comunicación, en palabras del escritor italiano Giovani Sartori, se ha convertido en la baby sitter (o niñera), en la primera escuela de los niños, de la cual reciben una contundente influencia. Por ello, resulta trascendente que su contenido esté dotado en gran medida de noticias positivas, que expresen buenas y ejemplares acciones.

Pero no solo la prensa televisiva tiene que hacer un mea culpa al respecto, también el denominado "cuarto poder" en general. Estoy convencido que si se dieran a conocer las buenas prácticas se dejaría un claro mensaje a la población: "El sistema no está podrido como se cree pues sí existen colaboradores decentes dispuestos a trabajar honestamente en beneficio de la sociedad y el desarrollo del país".

Pero dicha tarea no solo corresponde a la prensa, sino también a nosotros, los ciudadanos; si alguien es beneficiario o testigo de una buena praxis en la gestión pública; a quien lo atendieron con prontitud, cordialidad y eficiencia; a quien fue realmente escuchado, entendido y atendido; a quien recibió una decisión ajustada a Derecho, corresponde difundir dichas experiencias en todas las formas posibles, incluso, siendo prácticos, a través de redes sociales como: Facebook, WhatsApp, Instagram, Twitter; pues dado el alcance masivo que las caracterizan tienden a viralizar los contenidos, los cuales incluso pueden ser replicados y compartidos múltiples veces. Según algunos estudios, Facebook -la red social más utilizada en el planeta-, genera ciertos estímulos en sus usuarios y puede provocar ciertas emociones (o contagiarlas) en orden al contenido que se propaga; si esto es así, qué mejor que publicar y compartir las buenas prácticas para motivar o estimular a las personas a actuar de forma honesta.

Klitgaard tiene razón, mientras más usuarios, administrados y la población en general conozcan de las buenas prácticas y casos ejemplares en la gestión pública, la confianza en el sistema, en sus instituciones y en sus servidores aumentará, incluso se alentará a adoptar como ejemplo dichas conductas y a ponerlas en práctica. Esta premisa va a coadyuvar, de alguna forma, a disminuir los índices de corrupción pues es una verdad de Perogrullo que el ser humano -sociable por naturaleza- tiende a motivarse por las acciones y ejemplo de otros.

Tengamos en cuenta que frases negativas como: "todo el mundo roba", "roba, pero hace obras", "con la plata baila el mono"; no hacen más que aumentar la desconfianza en el aparato estatal y alentar a la gente a incurrir en malas prácticas, sumamente nocivas para los fines de la buena gestión pública. He escuchado incansablemente testimonios de gente que afirma haberse conducido por caminos turbios justificándose en que todo el mundo lo hace. Estas actitudes, en gran parte, son alimentadas por casos y ejemplos negativos que saturan nuestra mente.

Si, por el contrario, tuviéramos una avasalladora difusión de buenas prácticas, a través de cuanto medio de comunicación sea posible, creo firmemente que la desconfianza e incredulidad en el sistema se revertiría, veríamos menos personas escépticas, y, en consecuencia, cada vez más gente motivada y alentada a seguir por la senda de la honestidad. Sin duda el camino para neutralizar la corrupción es largo, pero por algo debemos empezar; todo esfuerzo vale, toda buena acción suma, por minúscula que sea, o parezca.

*Publicado en "El Nuevo Diario, la verdad bien dicha". Año 03, edición n.° 555 de fecha 13-08-21. Pág. 09.

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